Salud Responsable
Comunidad de ciudadanos, médicos, nutricionistas, abogados, economistas, ambientalistas y muchos otros profesionales interesados en promover la reflexión sobre la salud.
lunes, 10 de junio de 2019
lunes, 3 de diciembre de 2018
LA TRIPLE META: UN POSIBLE FILTRO INICIAL PARA LA INCORPORACIÓN DE NUEVAS TECNOLOGÍAS EN SALUD
LA TRIPLE META: UN POSIBLE FILTRO INICIAL PARA LA INCORPORACIÓN DE NUEVAS TECNOLOGÍAS EN SALUD
Por: Javier López Agudelo, médico y cirujano, magíster en Salud Pública, especialista en Auditoría en Salud.
Twitter: @javierlopez2014
Expresiones y palabras claves: Triple Meta (Triple Aim), incorporación de tecnologías en salud, sostenibilidad financiera.
“Bien –concluyó
Sócrates– si lo que deseas decirme no sabes si es cierto, ni bueno, e incluso
no es útil, ¿para qué querría saberlo?”.
El epígrafe de
esta entrada corresponde a la frase final de un escrito conocido como “El triple
filtro”, según el cual Sócrates solía detener a quienes intentaban hacerle
comentarios acerca de sus amigos, pidiéndoles que validaran su información con
un filtro que incluía tres principios: Verdad, Bondad y Utilidad. Así, si lo
que querían comentarle no era cierto, o no era bueno, o no era útil, el
filósofo prefería no escucharlo. De manera análoga, en este breve análisis
quisiera proponer el concepto de la Triple Meta (Triple Aim), desarrollado por
el Institute for Healthcare Improvement (IHI, 2012) como un filtro inicial para la incorporación de nuevas tecnologías en salud en
hospitales y clínicas.
En términos muy
concretos, el concepto de la Triple Meta se desarrolla mediante una serie de
principios y componentes que, en conjunto, deben conducir al logro de tres grandes
objetivos: 1) mejorar la experiencia de los pacientes (calidad y satisfacción),
2) mejorar los resultados en salud de la población y 3) contribuir a la
sostenibilidad del sistema de salud. Este modelo ya ha sido probado de manera
exitosa en varios contextos (Bisognano & Kenney, 2012).
Las tecnologías
en salud
pueden representar un medio para el logro de los dos primeros objetivos:
mejorar la experiencia de los usuarios y los resultados en salud del país; pero
también una amenaza para la sostenibilidad de cualquier sistema sanitario, si
no se utilizan de manera eficiente. Para citar sólo un ejemplo, en una
publicación reciente relacionada con la ineficiencia y falta de equidad del
sistema de salud de los Estados Unidos, el autor establece que el factor
inflacionario más importante del gasto en salud en ese país es la rápida
difusión de tecnologías médicas costosas, incluyendo los dispositivos médicos y
medicamentos (Fuchs, 2018).
El problema de
la incorporación de nuevas tecnologías se agrava cuando el factor más
importante en la decisión de adquisición es la oportunidad de negocio, más que
la respuesta a una necesidad de salud de la población. Tal es el caso de la incorporación
de algunos equipos de diagnóstico, generalmente costosos y en ocasiones
innecesarios, para los cuales se induce posteriormente la demanda de manera no
pertinente, lo cual, además de incrementar los costos de la prestación, puede
representar riesgos para los usuarios. En este contexto, la propuesta de usar
la triple meta como un filtro inicial antes de realizar las evaluaciones
detalladas que preceden la selección o incorporación de una nueva tecnología en
salud, actuaría como un primer tamiz que en muchos casos, además de evitar que
los hospitales y clínicas se embarquen en dispendiosas y a veces inefectivas
evaluaciones de tecnología, ayudaría a proteger el delicado equilibrio
financiero del sistema de salud.
De manera
similar al triple filtro socrático, la evaluación preliminar de las nuevas
tecnologías en salud podría incluir tres sencillas preguntas:
¿Contribuye a mejorar la experiencia del paciente? (calidad y satisfacción)
¿Contribuye a mejorar los resultados en salud de la población?
¿Contribuye a mejorar la sostenibilidad del sistema de salud?
En este orden de ideas, una respuesta negativa ante cualquiera de estas preguntas debería conducir a una revisión a fondo de la intención institucional de adquirir determinada tecnología.
A manera de ejemplo, consideremos un dispositivo médico de diagnóstico que se ha venido impulsando últimamente con mucha fuerza en hospitales y clínicas por parte de la empresa proveedora, y al cual me referiré con un nombre ficticio para evitar posibles roces con la industria. Llamaremos a ese dispositivo el “ciliómetro”. La empresa distribuidora lo viene promocionando como una interesante fuente de ingresos, dado el buen precio de la prueba diagnóstica que se realiza con él: la ciliometría. Acompañan su promoción con unos artículos supuestamente científicos que sustentan la utilidad de la ciliometría en varias condiciones clínicas, que son atendidas por diversas especialidades médicas, desde la medicina interna y la infectología hasta la ortopedia y la traumatología. Cuando se revisa sistemáticamente la evidencia científica en favor de esta prueba, se encuentra que la misma no es concluyente, razón por la cual no contribuye significativamente a mejorar el manejo o pronóstico de los pacientes y, por consiguiente, no ayudará a mejorar los resultados en salud del país. Lamentablemente, la incorporación de esta tecnología generará muchos exámenes innecesarios para los usuarios, con costosas repercusiones para el sistema de salud no solamente por los costos directos de las pruebas, sino por la prolongación de la estancia de los pacientes, porque será un estudio más que conllevará tiempos de prescripción, realización e interpretación. En este caso, es claro que el uso de la triple meta como filtro arrojaría un triple NO, que debería llevar a reconsiderar la adquisición de esta tecnología.
Para finalizar, les propongo a los lectores de Salud Responsable que realicen un breve ejercicio de la validación del método propuesto, bien con una tecnología conocida por ustedes, o en relación con un nuevo dispositivo de drenaje para pacientes con hidrocefalia, recientemente premiado en el VI Foro de Dispositivos Médicos (ANDI). Para contar con mayor información, se recomienda mirar el video que describe las características de este dispositivo en: https://www.youtube.com/watch?time_continue=1&v=vIU_qFgBjJg.
Bienvenidos sus comentarios.
NOTA
SOBRE CONFLICTOS DE INTERÉS:
El autor de esta
entrada trabaja como asesor de instituciones de salud, públicas y privadas, en
proyectos de mejoramiento de la calidad. No tiene relación alguna con la
Escuela de Ingeniería de Antioquia (EIA) ni con los desarrolladores del
dispositivo que se describe en el párrafo final, ni con la Asociación Nacional
de Industriales (ANDI), ni con ninguna empresa del sector farmacéutico.
REFERENCIAS
Institute for Healthcare
Improvement (IHI). IHI Triple Aim initiative: better care for individuals,
better health for populations and lower percapita costs. Recuperado de http://www.ihi.org/Engage/Initiatives/TripleAim/Pages/default.aspx.
Bisognano, M. & Kenney,
C. (2012). Pursuing the Triple Aim: seven
innovators show the way to better care, better health and lower costs. Jossey-Bass. 1 ed.
Conforme a lo establecido en el artículo 3 de la Resolución
434 de 2001, expedida por el Ministerio de Salud de Colombia, hoy Ministerio de
Salud y Protección Social, el concepto de “tecnologías en salud” incluye no
solamente los equipos biomédicos, industriales e informáticos, sino también los
medicamentos, dispositivos médicos y procedimientos clínicos y quirúrgicos
utilizados durante la atención en salud.
Fuchs, V. (2018). How to
make US Health Care more equitable and less costly. JAMA. 320(20):2071-2072. doi:10.1001/jama.2018.16475.
jueves, 29 de noviembre de 2018
LA IMPORTANCIA DE UNA CORRECTA EDUCACIÓN ALIMENTARIA Y NUTRICIONAL
LA IMPORTANCIA DE UNA CORRECTA EDUCACIÓN
ALIMENTARIA Y NUTRICIONAL
Por: Juan Camilo Mesa, nutricionista dietista y microbiólogo
Twitter: @MesaConS
Web: www.eurekaciencia.com/author/mesacons
Palabras claves: educación, nutrición, promoción y prevención, estilos de vida saludable, terapia nutricional
Primero
que todo, es necesario reconocer que la práctica del nutricionista dietista no
se limita a la entrega de fotocopias con una lista de alimentos que se pueden o
no consumir, menos cuando quien está al otro lado del escritorio es un paciente
que puede tener pobre adherencia al tratamiento nutricional, presentar exceso
de peso o ser de la tercera edad.
Por
esta razón, inicio mi participación en este espacio con un tema que compete a
todos los profesionales de la salud y corresponde a ese diálogo que se entabla
con el paciente, desde la óptica del respeto y el entendimiento profundo por
parte del profesional. Esto es, quizás, una destreza que se pule con la experiencia
y sobre la cual no siempre se profundiza en la academia/práctica.
Luego
de adentrarme en la vida laboral, me encontré con la cruda realidad de que a
los profesionales de la salud (incluidos los nutricionistas) nos hace falta educar
en nutrición, no sólo para enseñar a tratar alguna enfermedad por medio de la
dieta, sino para transmitir conocimientos en términos de prevención. La razón del
llamado a crear conciencia es sencilla y se relaciona con el hecho de que
algunos pacientes llegan a consulta con el nutricionista sólo si el médico
tratante lo considera prudente o necesario. Incluso, si llega al profesional en
nutrición, muchas veces no se cuenta con el tiempo deseable para una consulta
óptima.
Ante
este tipo de acontecimientos, se cuenta con estudios que hacen hincapié en la
necesidad de fomentar espacios de refuerzo de conceptos nutricionales básicos
en personal de la salud ajeno a la nutrición. Esto con el fin último de
detectar a tiempo posibles riesgos en el paciente y remitirlo de inmediato al
profesional especializado.
Un
estudio publicado por la Sociedad Europea de Nutrición y Metabolismo (ESPEN,
por sus siglas en inglés) afirma que gran parte de las preguntas que recibe el
médico en consulta corresponden a requerimientos relacionados con nutrición y
que muchos no identifican ni intervienen correctamente a los pacientes en
riesgo de malnutrición o malnutridos. Por tal motivo, ESPEN diseñó un
cuestionario para que se resolviera en universidades de 57 países (incluido
Colombia), y encontró que las cátedras de nutrición clínica para médicos eran obligatorias
sólo en el 55,4 % de los centros educativos, además de que el 72,5 % de las
universidades impartía más de 8 horas de cátedra de nutrición clínica y apenas
el 45,7 % enseñaba esta materia a lo largo de todos los semestres (integración vertical).
Incluso, el 66,1 % de los centros educativos reconoció que hacen falta más
horas de enseñanza de nutrición clínica. El estudio concluye expresando la
necesidad evidente de fortalecer la educación en nutrición en las escuelas
médicas (Cuerda, Schneider & Van Gossum,
2017).
Evidenciado
este hecho, la Academia Inglesa de Colegios Médicos establece las cuatro habilidades
que un médico debe desarrollar en su formación, con respecto a la nutrición: 1)
entender cómo la nutrición, la dieta y la actividad física influyen en la salud
y la enfermedad; 2) entender cómo la enfermedad y su tratamiento pueden
comprometer la salud nutricional, 3) reconocer riesgos nutricionales y evaluar
el estado nutricional; 4) ser competente a la hora de asesorar en términos de
nutrición, hidratación y actividad física en la salud y la enfermedad (Broad & Wallace,
2018).
Lo
preocupante del asunto es que otros autores reportan inquietantes revelaciones de
dietistas alrededor del mundo. Por ejemplo, un estudio hecho en Estados Unidos mostró
que los dietistas refieren falta de entrenamiento, de seguridad en la
implementación de modificación de hábitos y de habilidades de motivación en los
pacientes. Esto, señala el estudio, es particularmente preocupante debido a que
un paciente sin motivación suficiente, a lo que se suma la presencia de
barreras psicológicas por parte del profesional, no adherirá a la terapia
nutricional (Notaras, Mak
& Wilson, 2018).
Ciertamente,
no sólo el médico debe conocer sobre nutrición. Aunque el nutricionista
dietista es quien desarrolla la experiencia en su máxima expresión, todos los
profesionales de la salud deben desarrollar habilidades que permitan la promoción
de la salud y la prevención de la enfermedad en términos satisfactorios. En
Estados Unidos, por ejemplo, para 2015 se calculaban 100.000 nutricionistas,
número que se ve eclipsado por los más de 3’000.000 de médicos y otros
profesionales de la salud en ese entonces (Kohlmeier et al., 2015).
Para
terminar, y a modo de reflexión, hago énfasis en otro estudio que afirma que
los hábitos alimentarios de los profesionales de la salud se ven reflejados en
la percepción y adherencia del paciente. A aquellos profesionales de la salud
con excelentes hábitos alimentarios y estilos de vida saludables, los pacientes
los perciben como personas creíbles y motivantes (Baute et al., 2018). ¿No son razones
de peso para seguir educándonos y adquirir mejores habilidades comunicativas?
Recordemos que muchas de las enfermedades crónicas de alta prevalencia y de
preocupación para el sistema de salud tienen origen en estilos de vida
deficientes. Para reflexionar.
Fuentes consultadas
Baute, V.,
Sampath-Kumar, R., Nelson, S. & Basil, B. (2018). Nutrition education for
the health-care provider improves patient outcomes. Global Advances in Health
and Medicine, 7, 2164956118795995. doi:10.1177/2164956118795995.
Broad, J. &
Wallace, M. (2018). Nutrition and public health in medical education in the UK:
Reflections and next steps. Public Health Nutrition, 21(13), pp. 2523-2525.
doi:10.1017/S1368980018000800.
Cuerda, C., Schneider, S. & Van Gossum, A. (2017).
Clinical nutrition education in medical schools: Results of an ESPEN survey. Clinical Nutrition, 36(4), pp. 915-916, ISSN 0261-5614. Recuperado de https://doi.org/10.1016/j.clnu.2017.05.001. (http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0261561417301619.
Kohlmeier, M., Nowson, C.
A., DiMaria-Ghalili, R. A. & Ray, S. (2015). Nutrition education for the health
care professions. Journal of
Biomedical Education, Article ID 380917, 2 pp. Recuperado de https://doi.org/10.1155/2015/380917.
Notaras, S., Mak, M.
& Wilson N. (2018). Advancing practice in dietitians’ communication and
nutrition counselling skills: a workplace education program. J Hum Nutr Diet. 31, pp. 725-733.
Recuperado de https://doi.org/10.1111/jhn.12569.
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